Por: Javiera Arévalo
La educación es un factor clave en el funcionamiento cotidiano de nuestra sociedad, por ello, su interrupción producto de la pandemia trae consigo no solo un impacto en los aprendizajes, sino efectos psicológicos y sociales. De este modo un desafío actual para la educación es cómo cumplir los objetivos pedagógicos y acompañar a los estudiantes a la distancia. Desafío que, en el caso de las Escuelas Especiales, puede ser aún mayor.
La Educación Especial es un sistema educativo que trabaja con alumnos con distintas Necesidades Educativas Especiales (NEE). En Chile hay más de 2.000 establecimientos que imparten algún tipo de educación para personas con discapacidad. Los apoyos que ofrecen varían según la necesidad del estudiante. Existen establecimientos enfocados en discapacidades intelectuales, trastornos del espectro autista, dificultades del aprendizaje y otros. En la pandemia cada establecimiento ha tomado sus propias decisiones, adaptándose a su comunidad, sus herramientas y sobre todo la situación de sus estudiantes.
Ejemplo de esto es el Colegio Santa Lucía para personas ciegas o de baja visión, de la Fundación Luz, “todo el sistema remoto del mundo se basa en la visión” cuenta la directora, Marcela Vargas, y explica que en un principio no sabían cómo lidiar con las plataformas y la discapacidad visual. Además, registraron que un 65% de los estudiantes no tenían acceso a internet. Solucionaron dicho obstáculo al repartir los recursos del colegio entre las casas de los 70 alumnos. Computadores, máquinas braile, textos de macrotipo, ayudas ópticas, lupas y los dispositivos de banda ancha móvil. Así comenzaron las clases, principalmente vía Google Meet. De pre-kinder a quinto básico las videollamadas son de a uno o dos alumnos con el o la profesora. De sexto a octavo son reuniones entre el curso que son entre 8 a 15 estudiantes.
En la Escuela Especial Rompe mi Silencio, de la Asociación chilena de padres y amigos de los Autistas (ASPAUT), según el director, Rodrigo Hernández, lo más desafiante de la educación remota con niños con espectro autista es la intervención de la rutina. Por esto los profesores se han enfocado en el manejo del nivel de estrés, angustia y ansiedad ya que la salud mental del alumnado, según el director, se ha visto afectada.
En el Colegio municipal y diferencial Madre Tierra, de la comuna de Lo Barnechea, el cual recibe aproximadamente 120 estudiantes con discapacidad intelectual, la herramienta principal actualmente es Google Classroom, según dice la directora, Dayany San Martín. Han implementado las videollamadas, donde las profesoras hacen contacto visual con los estudiantes o se juntan con los padres para hacer reuniones rutinarias. Cuando es necesario, las videollamadas se hacen de manera unipersonal, “el equipo (kinesiólogo, terapeuta y fonoaudióloga) se pone de acuerdo con los papás y hacen una videollamada, los especialistas más el hijo y la mamá, y hacen una actividad en vivo”, dice San Martín.
En definitiva de manera educativa, en todos los niveles, la relación es a través de los padres. Según Rodrigo Hernández “al final es explicarle a los padres cómo es lo mejor posible de hacer determinada actividad”, y agrega que, “tal como en la escuela es imprescindible el acompañamiento de la profesora, en la casa es imprescindible el acompañamiento por parte de la familia, porque solos no van a recibir la retroalimentación que ellos necesitan”.
El desafío es grande, pero este período también puede ser una oportunidad para abordar el desarrollo de habilidades, dado que este es fundamental para el proceso cognitivo, posibilita la integración de distintos contenidos disciplinarios y facilita la integración de estudiantes con necesidades educativas diversas.
El programa Escuelas Unificadas de Olimpiadas Especiales Chile contribuye a la inclusión y el liderazgo estudiantil en decenas de escuelas e instituciones educativas del país. Escuelas Unificadas es posible gracias al financiamiento de Stavros Niarchos Foundation.
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